El comienzo de esta travesía se remonta a la segunda
mitad del siglo XVIII, en una Europa conflictuada por las ambiciones de las
“casas reinantes”, las rivalidades entre príncipes y poderosos señores y
profundas desavenencias religiosas y económicas.
Guerras permanentes que duraban años como la de los
treinta años (1618-1648) y luego la de los siete años (1756-1763) había
diezmado la voluntad de los pueblos germanos y la halagüeña invitación por
parte de Catalina “La Grande” (de Rusia) hizo decidir a muchos europeos
occidentales a abandonar sus tierras y emigrar al bajo Volga.
"Rocroi, el último tercio" óleo de Augusto Ferrer-Dalmau en alusión a la Guerra de los 30 años
La ocupación de Renania por
medio siglo por parte de las tropas francesas de Luis XIV, dejó reducido de 25
millones de habitantes a sólo cuatro millones a los territorios alemanes. Los
ejércitos de distintos orígenes vivían en territorios de centro Europa. Sus
códigos de persuasión eran violentos para minar cualquier intento de
subversión.
No dejaban viviendas sin requisar, y las iglesias no
se salvaban de esta búsqueda de cosas de valor. Los ejércitos de ocupación
sometían a los habitantes bajo su arbitraria jurisdicción a tratos inhumanos, a
vejámenes y hasta eran sometidos impulsivamente a pagar impuestos obligatoriamente,
porque si se negaban a ello, en represalia, sus casas eran convertidas en
escombros.
Algunas veces este dictatorial proceder trajo como
consecuencia la unión de los pobladores que reclamaban por las extracciones de
dinero con tanto sacrificio ganado para la subsistencia familiar a través del
año. Pero todo era inútil. Por esos tiempos la fuerza se imponía a la razón y
entonces se procedía a quemar ciudades enteras en represalia, sembrando el
terror como escarmiento. El cuadro contenía
además asesinatos de niños y mujeres y de todo miembro familiar que se opusiera
al desbastamiento o al incendio de la casa.
Frente a esta triste y penosa realidad, los prometidos
privilegios de los zares rusos, para que emigren a poblar Rusia fueron
sumamente tentadores, teniendo en cuenta las carencias, sobre todo en la ciudad
de Essen y en el sudoeste de Alemania. Penurias económicas, malas cosechas, años de hambruna, rigurosa y
muchas veces injusta administración, obstáculos para la libertad de culto, llevaron a muchos alemanes a optar por el ofrecimiento de la corona Rusa.
CATALINA Y EL MANIFIESTO
Alemania era por entonces una organización imperial
con muy pocos habitantes apenas sostenida por la enorme cantidad de principados
menores saqueados y arruinados por las sucesivas guerras que tuvieron como
escenario su territorio. Las aldeas se erigían humeantes y desoladas, las
ciudades se encontraban arruinadas. La población había disminuido de manera
considerable e increíble. El pueblo estaba sumido en la más absoluta miseria. En
circunstancias tan tristes y nefastas un anuncio a modo de pregón recorre
Europa: un manifiesto emitido por Catalina II La Grande de Rusia (emperatriz de
Rusia desde 1762 hasta su muerte, a los 67 años de edad), fechado el 22 de
julio de 1763 en San Petersburgo, ofrece a través de leyes extraordinarias la salvación
a los desheredados aldeanos.
Catalina II de Rusia
El Edicto prometía a los colonos que desearan emprender la aventura
colonizadora de transformar tierras incultas en un territorio civilizado,
prerrogativas demasiado atractivas como para ser rechazadas, como la libertad y
la tan ansiada paz para construir un presente sin guerras y sin hambre. Por eso
no es de extrañar que el 80% de los 30.000 europeos que emigraron a Rusia,
entre 1763 y 1767, fueran de origen alemán, más exactamente de las regiones de
Hesse, Renania, Palatinado y Würtemberg.
“El manifiesto” de
Catalina II de Rusia
EL VIAJE DE ALEMANIA A RUSIA
El (primer) contingente que se aprestaba a emprender
la primera emigración alemana a Rusia, era relativamente pequeño, en proporción
a los que le sucederían, tanto al Volga como a la zona del Mar Negro. 400
personas solamente, componían la corriente migratoria primera. Quizás el factor
más importante que impidió que el número sea mayor fue el desconocimiento sobre
ese país tan lejano. Además las autoridades influyeron en desalentar y prohibir
la salida.
El Manifiesto de Catalina había prohibido expresamente la
entrada por el Oeste de Rusia, a saber a través de Austria, Hungría o
Checoslovaquia. Debían entrar por el norte de Rusia, desde el Báltico. Las
posteriores corrientes usaron a veces la ruta prohibida por Catalina; son los
que se dirigieron a Rumania, Besarabia, Ucrania, Cáucaso y la zona del Mar
Negro.
Al iniciarse el movimiento migratorio casi todos se dirigieron por tierra hacia el puerto de Lübeck, sobre el Mar Báltico, pasando previamente por Hannover, transportados en rústicos y primitivos carruajes.
Los viajes al Volga fueron delegados por el gobierno
de Catalina II a empresas francesas, como la Ropp y Pictet, la de Precot y
Boffe y la de Ober Monjou. Salían de Alemania y eran guiados hasta su destino
por estas compañías.
Por
su parte, la familia Appelhans, Según el libro “Las listas de los
colonos que llegaron a Rusia en 1766 (Ivan Koulberg Reports)” de I Pleve, en la página N° 373
de éste libro, indica que esta familia formaba
parte de la lista de pasajeros que partieron del puerto de Lübeck (Alemania) y que llegaron al puerto de St. Petersburgo (Rusia), en
el barco bajo el mando del Capitán Johann S. Grapp.
Los integrantes de la familia que emigraron a Rusia
fueron:
Phillip Heinrich Appelhans (52), casado con Anna
Katherina Hueff (45) padre de Johann Nikolaus (20), Johannes Peter (18) y Maria
Elisabeta (14).
Extracto del registro de pasajeros del barco del Capitán Johann S. Grapp
La travesía emprendida por mis ancestros comprendía la
salida desde el puerto de Lübeck (Alemania) con posterior llegada al puerto de Oranienbaum (St. Petersburgo, Rusia) el 13 de septiembre de 1766, en un viaje que duraría aproximadamente entre nueve y once días.
La familia Appelhans al igual que lo hizo la gran mayoría, debió emprender por tierra en un largo camino de 3000 Km. recorridos a lo largo de todo un año, guiados por un oficial de la corona, bajo un clima totalmente extremo de nieve y frio. El itinerario comprendía la salida desde Oranienbaum (St. Petersburgo), pasando por las ciudades de Twer, Moscú, Rjasan y Pensa, hasta llegar definitivamente a Sratov.
EL DESCONSUELO DE LA FAMILIA APPELHANS
El primer desencanto no tardaría en llegar para esta familia, lo que parecía una gran sueño de esperanzas y alegrías se vio prontamente desvanecido por la perdida de su jefe de familia don Phillip Heinrich Appelhans, falleciendo el 4 de diciembre de 1766 a los 52 años de edad, por motivos no indicado en ningún relato de la época, pero que me permite presuponer que pudo haber sido por las mismas causas que se llevó a cientos de inmigrantes alemanes, me refiero a la crudeza del invierno.
Un joven Johann Nikolaus Appelhans, de tan solo 20 años de edad, debió hacerse cargo de su familia en gran parte de este largo peregrinaje hacia las tierras prometidas. La desazón y las pocas posibilidades de enfrentar semejante pericia por parte de una mujer sola con sus jóvenes hijos llevaron a que muy pronto la viuda Anna Katherina se casara nuevamente, con un tal Johann Heinrich Kress, poco antes de llegar a su destino final en el bajo Volga.
LA LLEGADA
Luego de un año y tras un largo andar, finalmente el destino había llegado a su fin. El oficial guía de la corona dio la voz de ¡Alto! e indicó ¡a desmontar!, señal de que semejante periplo acababa de finalizar. Aquel 21 de agosto de 1767 no sería un día más para aquellos colonos. Tremenda decepción inundó la vista de nuestros ancestros, la realidad estaba frente a ellos, llanuras sin vegetación, sin valles ni lomadas, una región totalmente desértica e inhóspita, desprovista de arboles y pastos, muy alejado a la descripción poética que los emisarios de la corona habían relatado en Alemania.
No obstante el mal humor reinante ante tan grave injusticia, la situación exigía de una rápida acción, la proximidad de un nuevo invierno necesitaba la construcción de un techo para poder afrontarlo, la realidad ya era tangible, aquí debían establecer su nueva aldea.
FORMACIÓN DE LAS COLONIAS
La conformación de los nuevos asentamientos se llevaron a cabo en ambas márgenes del río Volga. Las primeras colonias se ubicaron a la derecha de dicho río (Bergseite), en una zona de geografía más escarpada, a partir del asentamiento evangélico de la colonia Dobrinka, constituyendo en un lapso de tres años más de un centenar de aldeas. Paralelamente a esta expansión se irían sumando nuevas fundaciones en el margen izquierdo (Weisenseite), zona caracterizada por llanuras o estepas, y por lo tanto de praderas.
La distribución de las comunidades en las distintas colonias se efectuaba de acuerdo a grupos conformados por familiares, por amistades o por la vecindad con la que habían vivido en Alemania, pero la principal distribución se realizó en base a su credo religioso.
La familia Appelhans, por su creencia de raíz católica, se afincó junto con otras familias conocidas de esta en el margen derecho del río Volga (Bergseite), fundando en aquel 21 de agosto de 1767 lo que se daría por llamar como "Colonia Rothammel".
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